lunes, 10 de marzo de 2014

Torcaza mensajera

El querido padre Dormición me manda una torcaza mensajera con una foto con nota al pie:

"Estimado Teófano: me alegró la mañana ver al primo sentado entre sus pares y a Burke de ostiario. Pareciera que la cosa avanza para Roma (y retrocede para Antioquía).
Saludos, P. Dormición" 

martes, 25 de febrero de 2014

Amar la soledad



Amo la soledad a través de la cual Dios me habla desde el infinito silencio de su Palabra eterna.

Amo la soledad que me sana las heridas infligidas por la hosca banalidad de un mundo enloquecido y ciego para contemplar la Verdad.

Amo la soledad que persiste dulcemente en mi corazón, que no se diluye en el comunitarismo iluso que la mundanidad me ofrece cada día.

Amo la soledad que me enfrenta a mi propio misterio, aunque ello me produzca vértigo.

Amo la soledad sonora y la música callada que amó san Juan de la Cruz.

Amo la soledad que reside en lo más hondo del Sacrificio que celebro sobre el altar.

Amo la soledad de Cristo que huyó del entusiasmo de la masa que pretendía proclamarle rey porque había llenado sus estómagos.

Amo la soledad del Pan de Vida en el sagrario.

Amo a la soledad que me une a mis hermanos y a la infernal soledad de mis hermanos pecadores.

Amo la soledad que me transporta sufrimiento atroz de Filipinas, al martirio y la muerte de mis hermanos en la fe de Siria, Irak y Medio Oriente.

Amo la soledad que me lleva a compartir el doloroso ahogo y la convulsión de las entrañas de la Iglesia Esposa del Señor y Madre mía.

Amo la soledad del amor, no el aislamiento del orgullo pseudo-aristócrata.

Amo la soledad de la Cruz que sostiene a Cristo muerto.

Amo la soledad matinal del Resucitado.

Amo la soledad fecunda de la Virgen Madre.

Amo la soledad que me hace más humano o, lo que en definitiva es lo mismo, más cristiano.

Amo la soledad y el silencio que me preservan de la grotesca irrupción de la verborrea mundana y eclesiástica que no dejan de acosarme cada día.

Amo la soledad más sola, la de la hermana muerte que un día me abrirá las puertas de la Vida.

Amo la soledad nada fácil de sacerdocio que quiere ser fiel, resistiendo los embates del secularismo que podría convertirme en líder populista aplaudido y admirado a costa de la fidelidad que le debo a mi Señor Jesucristo.

Amo la soledad sangrante compartida con mis hermanos del mundo entero, hijos de la Iglesia, que en estos tiempos se encuentran en la incertidumbre.

Amo, después de todo, la árida soledad de mi condición de pecador porque ella me impulsa a encontrar refugio en los brazos de la Misericordia.

Amo la soledad del Misterio que late en el fuego blanco de la Hostia.


Gracias, Señor, por la soledad

Por Don Rubén Eduardo Martínez-Cordero, sacerdote.

Los libros del Padre Dormición

Como muchos de ustedes saben, hace ya algún tiempo la superioridad determinó que yo tenía algún tiempo libre durante el día, y constatando a la vez que la res oriental me resultaba sumamente atractiva, decidió encargarme un oficio poco común.


No pasó mucho tiempo antes de que fuera llamado a comparecer frente a la superioridad y que se me asignase sin mucha vuelta el “oficio” en la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Así de largo, llano y complejo como suena. Mi tarea consistía y consiste en interceder por la unión no uniata de la Iglesia con las Iglesias a través de la koinonía; palabras más, palabras menos.

Para entrar en sintonía fina con el tema, llegaron pocas semanas después a mi celda unas cajas repletas de dossiers, cahiers y memorándums para que leyera muy atentamente. De esa manera se esperaba de mí que me sumergiera profundamente en el abismo milenario que nos separa de los ortodoxos.

Algún tiempo después trabé relación con el simpático, grave y barbudo Padre Dormición, uno de los eruditos colaboradores del asesor de asesores de un remoto archimandrita griego, cuyo nombre no puedo recuerdo con la debida exactitud, y por tanto no me atrevo a referenciar.

Por supuesto que por cuestión de distancias geográficas y eclesiásticas el contacto siempre ha sido epistolar con el pope griego.

Lo que quiero compartir hoy con ustedes es una lista de libros que me recomendó el Padre Dormición para que leyera y me informara a partir de la “visión ortodoxa” del tema. Habíale comentado yo sobre la carencia de literatura sobre la “temática histórica de la separación” (término tomado del Cahier de Orientación “División no es Cisma”) y él enseguida, muy solícito, me pasó una lista con títulos que me servirían de mataburros básico para los años y las charlas de café venideros.

Como me da cierto gusto compartir estos pequeños intercambios culturales entre el pope y yo, decidí publicar para ustedes una parte de la lista (la histórica, sobre todo), para que aprecien la gentileza del padre.

La mayoría de las obras tiene que ver con la figura del Papa, quien ostentó hasta el 2006 el título de “Patriarca de Occidente”. El Papa Benedicto XVI renunció al mismo por cuestiones ecuménicas.

Algunos otros tienen que ver también con las circunstancias históricas en torno al Cisma de 1054, señalando sobre todo los grandes errores, presuntas –y aparentemente luego confirmadas- herejías y calamidades de los romanos, y otros elementos similares.

A continuación, la lista:

The importance of being Protokletos: esta obra es de larga data; en las sucesivas ediciones de lengua inglesa fue incorporando nuevos conceptos sobre la figura del Apóstol San Andrés y su relevancia y primacía en la Ortodoxia.

El otoño del patriarca: publicado en 2010 en Rusia, muestra cómo el Papa Benedicto renunció en 2006 al título de Patriarca de Occidente al reconocer el verdadero significado del primado honorífico, descubrir errores en la historia del Papado, etc. 

El recurso del supremo patriarca: explica las razones que llevaron al papa León IX a romper con la Ortodoxia, desenmascarando los artilugios y artimañas romanos en la negociación que culminó con la excomunión.

Histoires désobligeantes: Le schisme selon les Romains: es una obra crítica escrita por un ortodoxo francés sobre las versiones latinas acerca del cisma de Oriente.

A la sombra del patriarca: la obra describe al detalle las menudencias y miserias romanas de la corte del “papa de Roma” León IX. Basado en el testimonio manuscrito escrito de un monje athonita desconocido del siglo XV y en una novela histórica de Umberto Eco.

The Patriarch: The Remarkable Life and Turbulent Times of Michael I Cerularius: es una biografía producida por la Iglesia rusa que relata la santidad heroica en la gesta de la Ortodoxia de Miguel Cerulario frente a los atropellos heterodoxos de los católicos romanos.

Yo Soy Constantinopla: poema épico escrito por un católico estadounidense converso a la Ortodoxia en la que relata el asalto de los cruzados a la “Segunda Roma” desde la perspectiva del “dirty realism” y la “transgressive fiction”. Basado en citas de la Historia de Nicetas Choniates y del Baudolino, de Umberto Eco.

La cámara de las estatuas: los becerros occidentales: la obra fue escrita por un reconocido iconógrafo ruso que lanza una aguda y dura crítica al arte sacro en la iglesia latina, que en parte comparto.

El último patriarca: relata cómo el Papado abolió en el post-concilio los patriarcados latinos de Antioquía, Alejandría y Constantinopla. Comenta el error histórico de estos últimos patriarcados y del papado mismo.

León IX, el Barbudo: los Bandidos de Roma: es el resultado de una compilación de una serie de artículos escritos por un religioso georgiano sobre el Cisma de Oriente, en los cuales destaca la intrépida defensa a la Ortodoxia de Miguel Cerulario.

Three Blind Mice: Humbert of Silva Candida, Frederick of Lorraine and Peter of Amalfi: trata sobre la crónica de viaje, estadía y negociaciones de los enviados del papa a Constantinopla, señalando detalladamente los defectos, errores y heterodoxia de los romanos.

Römerdämmerung: obra de un ateo alemán filo-eslavo que plantea desde una perspectiva histórico-teológica cómo el Dios ha terminado por prescindir de la Iglesia romana en su Plan Salvífico para la consumación de los tiempos. Me resultó un poco polémica.




La misiva del P. Dormición, como corresponde a las sanas y buenas costumbres del ortodoxo, venía coronada con una breve cita evangélica tomada de la Biblia griega. La comparto entonces exactamente como el P. Dormición la redactó para mí:
"Blessed are you Andrew son of Jonah, for this was not revealed to you by man, but by my Father in Heaven. And I tell you that you are Protokletos and on this rock I will build my Orthodox Churches, and the gates of Hades will not overcome them. I will give you the keys of the kingdom of heaven; whatever you bind on Constantinople will be bound in heaven, and whatever you loose on Constantinople will be loosed in heaven.” Math. XVI, 17-19.

Paz y bien.

Offret: Sacrificio


"Jag ska ge dig allt jag har
Jag kommer att lämna min familj, som jag älskar."

"Ge upp allt som binder mig till det här livet."

"Ja, allt!
Gud,
Hjälp mig!"


"Te daré a Tí todo lo que tengo
Dejaré mi familia, a quienes amo."

"Renunciaré a todo lo que me ata a esta vida."

"¡Sí, todo!
Dios,
¡Ayúdame!"


Escena de Offret (1986), de Andrei Tarkovsky.

lunes, 24 de febrero de 2014

Offret: Contemplación


"Fantastiskt. Så mycket andlighet, så mycket visdom.
Det är helt otroligt. Som en bön."

"Och allt detta har gått förlorat.
Och vi kan inte längre be."

"Fantástico. Tanta espiritualidad, tanta sabiduría.
Es increíble. Como una oración."

"Y todo esto se ha perdido.
Ya no podemos ni orar."


Escena de Offret (1986), de Andrei Tarkovsky.

viernes, 21 de febrero de 2014

Ojos que ven a la Ecúmene de Oriente


Hoy quisiera escribir un poco sobre un tema al que le doy vueltas casi permanentemente. Quisiera compartir, vislumbrar apenas si Dios quiere, el epicentro de un tema sumamente complejo.

Para los que tenemos un feeling hacia ese gran desconocido (en Occidente) que es el Oriente cristiano, de una manera u otra se nos plantea en algún momento, antes o después, la cuestión de la "Ortodoxia". O al menos lo que los católicos orientales cismáticos llaman "Ortodoxia", es decir, el conjunto de aquellas Iglesias nacionales que están frágilmente unidas en y por la figura del patriarca panortodoxo de la antiguamente llamada Constantinopla y que aceptan los siete (primeros) Concilios Ecuménicos.

Ortodoxia no implica solamente la exclusividad que se atribuyen los católicos cismáticos de Oriente acerca de la rectitud doctrinal de la cual son depositarios por la tradición apostólica y por la acción del Espíritu Santo -y de la cual aparentemente los católicos de Occidente no participamos, al menos no del todo. No: implica una cosmovisión (y uso esta término greco a propósito) que desde los primeros siglos del Cristianismo universal ya asentado afirma una serie de elementos que, primero sutil, pero luego contundentemente, nos dejan si no desunidos, al menos sí distanciados. Creo conveniente no incluir en este concepto la relación de fraternidad puesto que esto ya no depende de una realidad histórica y humana, sino que comprende una profunda verdad teológica: somos hermanos en Cristo.

Sin embargo, ya habiendo ciertas diferencias teológicas, sobre todo en la manera de comprender o de llegar a la Verdad pero no en el contenido de la misma, también las hay histórico-culturales. Y como yo no soy teólogo ni historiador pero he conseguido de alguna manera hacerme con algunas ideas de ambas artes, me limito al aspecto más superficial pero no por ello menos importante: la dimensión más humana del asunto.

Les propongo mi ejercicio: primero, voy a explicar desde mi postura por qué (me) cuesta -objetiva pero también subjetivamente- dialogar con un católico oriental cismático. Luego voy a comentar algunas impresiones personales que he ido recogiendo por el camino acerca de la "Ortodoxia" en su conjunto. Y por último quisiera rescatar o revalorizar algunos aspectos sobre el futuro que podríamos o deberíamos planear; para ello apelo también a las contribuciones de los lectores.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Mi amigo Fray Porciúnculo

Mi intensa búsqueda espiritual, me llevó a dar cierta vez con un fraile que tomó el nombre de Fray Porciúnculo. Pasé algunas jornadas de reflexión y tradicionalismo con él y sus hermanos.
Hace algunos días, revisando una pila de papeles de esas que se van juntando en el suelo de mi habitación, encontré la fraternal carta que me envió en respuesta a la mía. Por entonces apenas conocía la existencia del convento por su fan page de Facebook, por los ingeniosos y reflexivos tuits del prior, por los cantos que subían a MySpace, los videos vocacionales que subían a las cuentas de YouTube y Vimeo y por los breves pero interesantes posts de sus blogs. Y también por las homilías del prior subidas a Gloria.tv.
En fin, quisiera compartir con ustedes algunas líneas de la epístola de mi buen amigo Fray Porciúnculo. En su momento me impactó el lenguaje directo y confianzudo, poco propio del fraile tradicionalista, que está acostumbrado al lacónico fraguar del latín.
Aquí, las prometidas líneas:
"Te cuento que mi jornada se distribuye según la Liturgia de las Horas Tradicionalista (esa que fue abolida por El Concilio), que empieza a las tres de la mañana con una sesión de 120 latigazos (con la espalda a Oriente) y te va interrumpiendo durante todo el día."
"Lo más importante: es súper tradi; mucho inglés y latín, incienso hasta el sofocamiento, guitarra acústica y mucha oración y meditación zen."
"A la tarde dormimos la siesta y a la noche vemos películas religiosas o con enseñanzas positivas."
"Ah, y me olvidaba de la misa, que va intercalada en el medio de la jornada."
"Los sábados también hacemos gimnasia (ponemos 'ejercicios espirituales' para que quede bien en el cronograma semanal), por esta cuestión de 'menso sano con cuerpo sano'."
"Bueno, espero que te haya gustado mi jornada, me encanta compartirla con hermanos de otras creencias y ver de qué manera podemos ayudarnos todos juntos a sentirnos mejor con nosotros mismos para integrarnos armoniosamente en el universo cósmico."
Mi experiencia con el látigo se limitaba a las apologías de un Supermanerario de foro, de esos que participan en las marchas del Orgullo Laico portando los de los Orangemen. 
Pero en el convento la cosa era diferente; primero, por el giro de 360 del "estilo", como lo llama Batiushka. El ambiente, enrarecido por el incienso (luego me enteré de que por austeridad los pobres frailes usaban repelente de mosquito), favorecía la psiquis y ayudaba a entrar en clima de aletargo mental, el cual es muy propicio -y no sé si fundamental también- para la caza de pecados, o de proyectos de pecado. Pero hay que aclarar que para ello es necesaria la administración hábil y eficaz del instrumento.
Hablando del incienso, una cosa que buscaba era eso: el cambio de estilo en la espiritualidad. Bendiciones apostólicas en las paredes, fotografías glamorosamente encuadradas de pinturas famosas del Vaticano, los retratitos del prior, venerable fundador de esta pequeña comunidad... Y hasta las recetas de la cocina estaban en latín; todavía recuerdo el altercado que tuve con el cocinero por no poder hacerme comprender (el pobre ignorante no entendía la restituta).
Pero lo más impactante era el clima de oración que se vivía en el convento. Para el caso, se me proporcionó una pila de papeles para meditar sobre mí mismo durante la semana que estuve allí. Me fue inmensamente más fructífero que el anagrama de los ejercicios jesuíticos. Todo un avance en la técnica.
Y finalmente, la Misa: vela, cirio, tenebrario, lamparita, foco, reflector... Todo lo que fuera capaz de albergar y emitir luz era utilizado en la liturgia. En fin, muy austero todo, de acuerdo a la espiritualidad que han rescatado de la Cartuja y la Trapa. No quiero adelantarme demasiado en el tema, porque planeo retomarlo más adelante para relatar la experiencia con más detenimiento.
La gimnasia es una parte fundamental en la vida de los frailes. La trabajada elongación les permite realizar reverencias más profundas durante el Oficio y luego poder meditar sentados sobre sí mismos con una buena postura corporal (que es fundamental para lograr una buena respiración) sin ser afectados por el calambre. Y además les sirve para desarrollar otras habilidades necesarias para la vida monástica que ya pueden imaginar.
Por último, el enfoque cósmico de Fray Porciúnculo me dejó pensando en aquel pasaje de la Escritura que los quisquillosos del koiné traducen como "Fuego del Cosmos"...